martes, 6 de agosto de 2013

East of Eden - Capítulo #33 (el destino de Kate)

Cómo lo prometió, ahí estaba Valeria en casa de los Bell después de clases, y al verla, Lee se puso muy feliz.
-Hola Valeria ¡me alegra que vengas! te estaba esperando-
-hola Lee, perdona por no venir antes, pero mi padre ha estado enfermo y, bueno he tenido que cuidarlo-
-no te preocupes, lo bueno es que hoy has venido-
-y ¿cual es tu insistencia en que venga?-
-quiero darte algo. ¿Me vas a ayudar a preparar pastel de chocolate y fresas? eso me dijo Drake-
-claro, aa y me ha pedido que le guarde una rebanada-
-que muchacho, si sabe que no nos comeremos ni la mitad-
-si, pero se la voy a guardar. Hoy vendrá tarde pues estará ensayando, pero espero que llegue antes de que yo me vaya-
 Lee y Valeria prepararon la comida, aunque no la sirvieron pues Adam estaba dormido. Después prepararon el pastel, y cuando éste quedó listo, Lee fue a su habitación y regresó con una pequeña cajita dorada y con dragones dibujados en dorado y rojo.
-que bonita cajita ¿que tiene adentro?-
-toma, y mira tú misma-
-una medalla en forma de corazón ¿se abre? ¿quienes son esas personas de la foto? ¡son tus!-
-si, son mis padres. Este es un regalo que mi padre le dio a mi madre después de casarse, y el único recuerdo que tengo de ella ¡ahora es tuyo!-
-yo no puedo aceptarlo Lee, debe de ser el mayor tesoro para ti, no deberías de querer dejarlo-
-se supone que debe de ser un regalo para mi hija, es una tradición china. Pero sabes que no tengo más familia que ustedes, y dado a que eres la única mujer que en verdad quiero ¡deseo que tú lo tengas!-
-¿por qué ahora?-
-cuando uno se va haciendo viejo, ve las cosas de diferentes maneras, ya no se sabe cuando Dios nos llamará, y yo quiero irme dejando todo claro, sólo me quedaba entregar la medalla a quién la mereciera ¡Valeria tú has sido cómo la hija que jamás tuve! por favor conservalo-
-lo haré, será el más valioso tesoro que jamás tuve, y Lee, si tú hubieras sido mi padre, yo sería la hija más feliz del mundo-
-Gracias niña. ¿Que pasará con Drake? ya se está tardando-
-si, y yo ya tengo que ir a casa, quería verlo, pero supongo que será después. También quería ver al señor Bell, pero sigue dormido, no importa porque vendré seguido, los podré ver pronto. Me voy, le dices a Drake que le guardé su rebanada de pastel, y que lo estuve esperando-
-claro, yo le digo, seguro que lo ves mañana en clases-
si, bueno me voy, pronto vendré a visitarlos Lee. Adiós.


Valeria salió de la casa de los Bell, y se encontró con Drake sentado en los escalones de la casa.
-¿cuanto tiempo llevas ahí? creí que no te vería hoy-
-tengo un buen rato, te estaba esperando-
-bien ¿llevas mis libros?-
-si, pero primero entraré a dejar los míos ¡vuelvo enseguida!-
Lee vio a Drake entrar rápidamente, y dejar los libros sobre la mesa, lo miró y notó que el brillo es sus ojos había aparecido de nuevo, y bien supo el motivo de ello.
-hey, lleva esos libros con cuidado y tratalos bien- Dijo Lee a Drake refiriéndose no a los libros sino a la chica. Drake le sonrió alegremente, lo miró y le respondió. -Así será Lee, no te preocupes- Y el muchacho salió enseguida, el chino sólo sonrió por lo bajo y regresó a la cocina.
Afuera Valeria esperaba a Drake, él salió enseguida, tomó sus libros, y caminaron uno a lado del otro.


Por otro lado. Mientras en Monterey.
Kate escribía una carta. Resultaba que desde aquella visita de sus hijos, algo en ella había cambiado, pues desde ese día sintió más que nunca que las fuerzas la abandonaban, la enfermedad vencía, a la vez que ella cedía. Las ganas de irse al este a comprar una casa cerca de la playa y vivir ahí el resto de sus días, tranquila y feliz, ya habían desaparecido. Ahora sólo tenía pensamientos para el dolor, y los remordimientos, cosa que nunca antes sintió. No es que al conocer a sus hijos ahora los amara, esa palabra "amor" era algo que ella no conocía, pero si que le había llegado el remordimiento, las culpas, saber lo que su mala sangre podía provocar le causaba temor. No podía sacar de su cabeza aquella mirada aterrorizada del chico rubio, el asco con que esos ojos azules parecían mirarla, y se sintió tan avergonzada de ella misma. Luego supo que el rubio perdió la razón pues se enroló en la guerra esa misma noche ¡todo lo que pudiera pasarle sería sólo culpa de ella! Por otro lado, aquel muchacho de cabellos castaños y rojizos, el de mirada dura, fría, le mostró más allá de ella, en esa mirada se reflejaba una profunda tristeza, que con sólo poder notarla, dolía, esa mirada mostraba una enorme soledad, miedo y odio, sabía que todo eso lo había provocado ella, sin proponérselo había causado tanto a esos dos mellizos que nada de culpa tenían en haber nacido de sus entrañas. La conciencia no la dejaba en paz, y sólo pensaba en morir para acabar con la angustia que eso le provocaba, y con el dolor físico que ya era muy desgastante. Por eso se decidió a escribir una carta. En ella dejaría claro que todo su dinero y propiedades pasarían a ser de el chico de ojos azules, de aquel que la miraba con repugnancia. Nada deseaba dejarle al chico de ojos cafés, y de mirada fría. Trataba de remediar el daño causado, cómo si con dinero pudiera remediar el daño en James, tratar de comprar su dolor. Por Drake sentía también remordimiento, pero bien se decía que él era cómo ella, y si no lograba dejar salir su lado bueno ¡el sería aún más malvado de lo que ella fue! Drake no merecía nada de ella. Y aunque a ninguno de los dos quiso ni por un instante, si se sentía tan culpable de hacerlos infelices, y de marcarlos con su sangre, por eso decidió suicidarse, pues las pesadillas por las noches eran las más horribles, en ellas aparecían aquel maestro joven, enamorado, y el dolor amargo que causó el desprecio de ella, la desesperación que lo llevó al suicidio. Luego aparecían sus padres, ellos que siempre fueron buenos, y que trataron de ser un buen ejemplo, pero que sin embargo siempre fueron un obstáculo en su camino, los miraba quemándose y retonciéndose de dolor. Luego estaba su mismo reflejo frente a ella, pero con otro rostro, el chico de pecas, frío y calculador, cruel y malvado, pero que a la vez reflejaba el más grande de los dolores ¡el rechazo! por último aparecía el rubio, el que con sus ojos azules la miraba enloquecido, asqueado y atormentado. Todo era demasiado para ella, ya no tenía fuerzas para seguir, así que era tiempo de poner fin a todo. No se arrepintió ni de las muertes que provocó, ese hombre enamorado, ni sus padres, todo lo malo que hizo cómo dueña de aquel burdel, las chicas secuestradas y utilizadas, los actor perversos que ocurrieron dentro, ni mucho menos la manera en la que se convirtió en dueña de éste, ganándose a la dueña, para luego envenenarla y matarla, estando segura de que ella sería la única heredera de sus bienes. No se arrepintió de disparar contra Adam. Sólo se arrepentía de heredar la mala sangre a sus hijos, y deseaba que para ellos si hubiera esperanzas aún, que ellos si lograran ser buenos hombres al fin de cuentas, sobre todo el que más perdido estaba, el que luchaba por ser bueno, pero que su maldita herencia no le permitía salir victorioso de esa batalla con él mismo. Escribió una carta breve, sólo unas lineas.
-He decidido dejarle todo, mis dos casas en Monterey, mi dinero en el banco, mis joyas y todo lo que de valor poseo, a mi hijo James, todo es para él. Para Drake no dejo nada, sólo un  consejo, "No dejes que mi sangre te destruya, busca muy adentro de ti, y encontrarás aquello que posees ¡la bondad! se que ahí esta.  No pido perdón a nadie, ni deseo que me perdonen, sólo quiero decir que jamás fue mi intención marcar a mis hijos, ellos eran inocentes de todo lo malo que había en mi. Ahora mismo sé que las puertas del infierno me esperan, pues es lo que merezco, y no tengo miedo, tal vez hasta me guste estar ahí. Firma Kate Ames-
Metió la carta en un sobre, y en él escribió ¡mi última voluntad! dejó el sobre encima de su tocador, a la vista de quién fuera, se recostó en su cama, llevaba puestas sus mejores ropas, las más bellas y caras, estaba perfectamente arreglada y maquillada. Luego abrió un cajón que estaba junto a su cama, sacó de el una pequeña botellita con cianuro, no titubeó un momento, lo abrió y luego lo tomó. Poco después el efecto era evidente, su estómago se retorcía de dolor, sudaba frío y temblaba, su cabeza daba vueltas y sus oídos zumbaban, ante ella volvían aparecer los rostros de esas personas, luego unas llamas se asomaban a través de una puerta que se iba abriendo, y a la vez la jalaba a ella, mientras sentía aquel ardor que rodeaba todo su cuerpo, quemaba de tal manera que el dolor la retorcía aún más fuertemente. Sus ojos le pesaban tanto que ya no podía mantenerlos abiertos, pero aún así los rostros de esas persona no se iban, lo último que sus ojos vieron fue los rostros de sus mellizos, uno mostraba un enorme dolor, resentimiento y odio, a la vez que el otro mostraba repulsión, asco, y vergüenza por ella. De pronto esas llamas la jalaron tanto hasta hacerla entrar detrás de esa puerta ardiendo, y en ese momento dio un último respiro ahogado, a la vez que sus ojos se cerraron por completo, y ese corazón cruel y malvado daba el útlmo latido.

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