Todo lo que había platicado Drake con Lee, le había ayudado mucho, se sentía más tranquilo, pero no podía dejar de lado la idea de mirar a su madre, él sentía que era necesario mirarla de frente. Lo que más deseaba Drake era poder hablar con ella, saber que estaba viva lo cambiaba todo, y fuera mala o no, él la quería y tenía que hablar con Kate. Por el momento sólo pensaría en la manera para ir a buscarla y mirarla, más adelante cuando ya tuviera bien estudiado el terreno que pisaría podría acercarse a ella.
Esa mañana desayunaban cómo siempre, y platicaban.
-¿recuerdan la lechuga que había metido al congelador hace casi tres semanas?- preguntó Adam bastante emocionado.
-si, la que querías comer en una ensalada, y que guardaste para que estuviera fresca. ¿Que es lo que pasa con ella?- preguntó James.
-pues que olvidé sacarla, estuve metiendo otras cosas encima, y cuando menos me di cuenta ya la había dejado abajo, y ayer mientras limpiaba el refrigerador, Lee la sacó ¡estaba tan fresca cómo si estuviera recién cortada!-
-vaya, eso si es extraño ¿cómo es que permaneció tan fresca?- preguntó Drake bastante interesado.
-pues creo que es debido al hielo, es lo que hace que siga fresca. No sé cómo lo logra, pero me parece bastante interesante. Por eso he decidido investigar sobre la congelación, iré al centro a comprarme unos libros que hablen de eso, quiero saber cómo es que funciona ¡y que es lo que se puede hacer!-
-¡vaya te ves muy emocionado con eso! ¿que tienes en mente padre?- preguntó Drake de nuevo.
-que si hay forma de transportar cosas del valle a otros lugares, cosas que puedan permanecer frescas cómo esa lechuga. Sería un gran descubrimiento, ¡yo sería el primero el exportar lechugas!-
-¿cómo, es que estás pensando en hacer un negocio con esto?- Preguntó James.
-si, verán, han pasado ya muchos años en los que yo no he hecho nada, hemos vivido sólo de la herencia de mi padre ¡y yo me quiero sentir útil! por eso quiero hacer algo, y que mejor que hacer algo que jamás ha hecho nadie-
-pero eso costará mucho dinero, ¿no es así?-
-si hijo, pero lo tengo, quiero arriesgarme a hacer algo nuevo, pero no sin antes investigar más sobre ese tema, así que hoy mismo busco esos libros-
-me alegra escucharte hablar así padre, ¡es muy raro verte tan alegre! yo te apoyaré en todo lo que necesites- Dijo Drake tan alegre o más que el mismo Adam, pues mirarlo feliz lo ponía de la misma manera.
Habían pasado unas semanas en las que Adam había leído ya decenas de libros que hablaban sobre la congelación, y la idea cada vez le parecía más atractiva. Incluso ya había hablado con el dueño de la vieja fabrica de hielos, para ver si se la vendía. James no estaba muy convencido, pues sabía que lo que su padre quería hacer era muy arriesgado, y muy difícil de lograr, no sabía si Adam sería capaz de poder lograrlo, pues jamás había hecho negocios, y no confiaba del todo el el buen juicio de su padre. Pero Drake si que estaba convencido de lo que su padre quería hacer, era arriesgado sí, pero él estaba dispuesto a hacer todo lo que pudiera por ayudar a Adam a lograrlo ¡sentía un placer enorme al mirar a su padre tan interesado en algo que lo entusiasmaba de tal manera! No podía negar que su padre era la persona más importante de su vida, y que lo más importante para él era la felicidad de ese hombre. Sabía que si lo apoyaba y le demostraba que él también era capaz de trabajar, y de hacerlo todo con empeño y paciencia, Adam podría ver que su hijo es bueno, que puede hacer también cosas buenas.
Pero no podía dejar de lado lo de su madre, ya llevaba varias semanas vigilando su casa y a ella misma. Salía de clases, y no regresaba a casa, sino que iba al camino por donde pasaba el tren, y cuando lo miraba acercarse corría hacía él, trepaba y por las escaleras externas subía hasta el techo y ahí permanecía el resto del camino hasta llegar a Monterrey. En pocas palabras viajaba de polizonte. Bajaba del tren justo antes de llegar a la parada, y seguía su camino cómo le había dicho aquel borracho. Llegaba a la casa de Kate, y estaba ahí observando por un buen rato. Todo este tiempo fue suficiente para llegar a la conclusión de que eran dos casas y no una, en la más pequeña vivía Kate junto a sus trabajadoras, y en la más grande que quedaba atrás de la otra, era donde trabajaban, esa era un burdel por las noches. Sabía que Kate no salía de día, sólo de noches a la casa trasera. También sabía que su madre sólo salía de casa por el día los lunes, que siempre lo hacía a la misma hora. Cuando el reloj marcaba las tres Kate salía de casa, caminaba varias cuadras abajo hasta llegar al banco, ahí depositaba una suma grande de dinero, salía y caminaba unas cuadras más abajo hasta llegar a una tienda de ropa, estaba ahí alrededor de veinte minutos, algunas veces salía con bolsas, o tras veces sin nada. Luego regresaba y caminaba de vuelta a casa, siempre sin volteara los lados, sin mirar a la gente, ni platicar con nadie. Todo esto no le tomaba más de dos horas, luego de entrar a su casa, ya no volvía a salir. Siempre llevaba el mismo tipo de ropa, vestidos largos hasta los tobillos, manga y cuello largos, en tonos claros o obscuros, pero jamás llamativos, con zapatos grandes, pero de piso, sombreros enormes que tapaban toda su cabeza, y guantes ¡todo el tiempo llevaba guantes aunque hiciera calor! Era cómo si se escondiera de ella misma, no quería que nadie pudiera verla, y eso le daba un aspecto extraño, parecía ser una persona en la que no se podía confiar. Sabía entonces que el lunes era el único día que tenía para poder hablarle, pero no se atrevía a hacerlo, aunque lo deseaba más que nada en el mundo. Después de pensarlo mucho tiempo, se dijo que ya era el momento de hablarle de frente, y se decidió a hacerlo de una vez. Ese lunes habían salido de clases una hora antes, y comenzó su camino, pero antes de que se fuera James le habló, pues lo notaba muy extraño, y quería saber que era lo que estaba haciendo, imaginaba que nada bueno podía ser.
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